Esta historia contada a dos bandas permitió a Jamila Gavin conseguir el Whitbread Book of the Year en el año 2000. “Un niño de Coram” es una suerte de ficción histórica de trama potente y sustentada a través de la lucha contra las injusticias y lo establecido por parte de sus protagonistas. De un lado están Alexander y Thomas, que juntos acuden a un coro catedralicio; y de otro Aaron y Toby, abandonados en Londres, en el hospicio de Coram. Ambas parejas de amigos, no relacionadas entre sí, hacen valer la fuerte unión existente entre ellos y demuestran que la amistad puede mover montañas. Aunque, como se ha comentado, no existe vínculo, sí comparten enemigo: Otis Gardiner, quien se dedica a sustraer a niños del condado. Desde luego, esta novela habla de una época convulsa, la Inglaterra del siglo XVIII, y ofrece reflexiones al lector que le ayudarán a madurar. Un elemento que Gavin también maneja a la perfección es el homenaje a la música y su efecto positivo en la vida de las personas.
Pocas deben ser las formas que quedan por explotar respecto a las leyendas del Rey Arturo. Una de las más recientes es la de Kevin Crossley-Holland, quien en el año 2000 publicó “Arturo”. Esta vez, la historia se centra en un personaje de igual nombre al célebre héroe legendario, y ficticiamente contemporáneo del mismo. Arthur de Caldicot tiene ansias de convertirse en escudero, pues cree que vivir en Gales en el siglo XIII en su hogar familiar se le queda pequeño. En su vida se interpone también un tal Merlín, amigo de la familia y que lo instruye en los mitos de Arturo. Lo cotidiano es lo que realmente prima en esta novela, aunque el lector tendrá la sensación de estar sumergido en un mundo de aventuras bajo el género de la ficción histórica. El autor, por otro lado, hace buena descripción de las numerosas tensiones de la Edad Media, tanto religiosas como entre jerarquías sociales y luchas por el poder.
Pocos son los cuentos infantiles ambientados en la Prehistoria. Una excepción de “Ug: el pequeño genio de la Edad de Piedra”, de Raymond Briggs. A través de este relato el autor introduce ideas y reflexiones muy útiles tanto para niños como para adultos, pensamientos que darán qué pensar a más de uno. Ug es un niño cuya mentalidad parece pertenecer a una época muy posterior a la que le toca vivir: la Edad de Piedra. Ug idea inventos tan variopintos como la rueda o los barcos, y sugiere actividades como cocinar a los cocinarlos, sin que ninguno de ello prospere. La culpa de ello la tienen los adultos de su entorno, quienes no entienden para qué sirve todo ello y lo critican. Ug verá así reprimida su creatividad y sus herramientas de prosperidad se verán condenadas al olvido… Algo que tristemente ha sucedido reiteradamente a lo largo de la Historia y en todas las épocas. Y es que debemos de dejar de lado los prejuicios y abrazar cualquier idea que nos permita progresar y mejorarnos. Dar la bienvenida al progreso sin condiciones, una filosofía que le permitió a este libro ser finalista del Premio Nestlé.
La denominada caza de brujas fue una deplorable acción religiosa llevada a cabo a través de distintos siglos y en muchas partes del globo, especialmente países europeos y Norteamérica. “La joven bruja” se centra en los eventos acontecidos en el siglo XVII en torno a esta temática, situándolos en Inglaterra y en la América colonial. Mary cree tener el don de la clarividencia y poderes de brujería, y visto el fatídico destino que su abuela sufrió por ella, la única opción es ocultarlo. La aventura que se desarrolla con este leitmotiv lleva a Mary desde su Inglaterra natal hasta las colonias de Ameríca, concretamente a las célebres poblaciones de Salem y Beulah. La tensión se sostiene por la inminente amenaza a Mary y a otros tripulantes. En su nuevo hogar, Mary acabará yéndose a vivir al bosque junto a otras personas de su condición, huyendo de las persecuciones. Celia Rees empleó “La joven bruja” también como vehículo de crítica a la intolerancia y a los crímenes religiosos.
“Troya” bien podría disimularse como una novella histórica al uso. Nominada al Whitbread Book of the Year, la obra de Adèle Geras tiene como principal fuente de inspiración el célebre poema épico que habla de la Guerra de Troya. El desarrollo que todos conocemos es acompañado por una trama de fondo de personajes secundario. Éstos son las hermanas Marpessa y Xante, quienes se enamoran de Alastor mientras lo cuidan estando éste herido. Realmente los secundarios son protagonistas, y en segundo plano se encuentran figuras por todos conocidas como Héctor, Aquiles, Paris, y Helena. El conflicto destapa las miserias humanas y muestra reflexiones universales profundas que bien podrían tener otras novelas históricas juveniles. Y todo con este famosísimo relato que versa sobre dioses y héroes en la Antigua Grecia.
Sonya Hartnett es el paradigma de escritora de literatura juvenil de Australia premiada y reconocida, además de admirada y exitosa comercialmente. La clave, como la de muchos escritores best-seller, es la narración de realidades con las que nos podemos identificar introduciendo algún elemento particularmente atractivo. Pero se torna esencial el que el lector se vea reflejado en los personajes del cuento. Así sucede con “Hijo del jueves”, título que esta novela debe a Tin, niño que nace ese día de la semana y que dará muchos quebraderos de cabeza a su familia en general y particularmente a su hermana Harper Flute. La época a la que Hartnett nos transporta es la Gran Depresión de los años 30, y como ésta se vivió en el medio rural australiano en el seno de familias pobres agrícolas. Tin sobrevive a una avalancha de barro pero tras ello se obsesiona con lo subterráneo, y empezará a construir túneles bajo su casa y a habitarlos. Su fascinación se intensifica y Tin crea un laberinto que será su hogar, y del cual nunca jamás saldrá salvo para saludar muy esporádicamente a su hermana. La forma en que esto se entrelaza con las penurias y otros sucesos realistas permitieron a Hartnett obtener el Guardian Children’s Fiction Prize y más adelante el Astrid Lindgren Memorial Award.
Cuando a veces empleamos el dicho “todo tiempo pasado fue mejor”, seriamente debemos plantearnos si estamos en lo cierto o no. Una muestra es la Edad del Bronce, que es cuando se sitúa esta fabulosa novela de Rosemary Sutcliff. La autora inglesa, que tan bien nos acostumbró con sus ficciones históricas épicas y emotivas, relata esta vez algo crudo y muy alejado de nuestra vida ahora. Drem pertenece a una tribu que habita la campiña inglesa durante la citada edad. La prueba que su pueblo le impone para hacerse adulto es matar a un lobo. Si esto de por sí no es suficientemente desalentador, Drem además tiene discapacidades físicas y no recibe un mínimo trato de compasión, pues éste no existía. Haciendo honor de la Ley del Más Fuerte, Drem debe abandonar a los suyos para sobrevivir, pues éstos no son comprensivos y la obligación del joven es demostrar su valentía y sus aptitudes. El resto de elementos característicos del relato los podemos imaginar: entornos indómitos, animales salvajes y valores nada arraigados en la actualidad.
La desigualdad entre hombres y mujeres ha sido la tónica desafortunadamente preponderante a lo largo de los siglos, y lo sigue siendo. Aunque actualmente se luche por ello, no hay que olvidarse del sufrimiento en el pasado. La protagonista de “La sobrina del director” encarna a la joven ambiciosa y plena de autoconfianza, que desea formarse en la universidad pero que sólo encuentra obstáculos en su camino. Gillian Avery nos narra las peripecias de María para conseguir su sueño, en la Inglaterra de 1870. María deja la escuela femenina, muy represiva, para irse a vivir a Oxford, donde un tío suyo le consigue unas clases particulares junto a los hijos de una familia rica. Estos nuevos amigos, con cualidades muy diferentes, serán el trasfondo de la parte más alocada de la novela, antes de que ésta coja tintes más serios y María pueda demostrar su valía realizando la investigación de la identidad de un desconocido. Es en ese momento cuando sufrirá por abrirse paso, algo que a María le costará más de un disgusto, pero que concluirá de manera satisfactoria para sus intereses personales. Una historia que resalta la esencialidad de la fuerza de voluntad.
La empresa abordada por Nadia Wheatley y Donna Rawlins en “Mi hogar” es arriesgada, pero la perfección de su producto final resultó valer mucho la pena. Y es que en este libro, dirigido a niños de unos cinco años de edad, se narra de una forma muy peculiar la historia de Australia. El año de su publicación (1988) se cumplieron doscientos de los asentamientos europeos en el país austral. El viaje que Wheatley nos propone es a través del tiempo y de los niños como protagonistas. El recorrido se estructura bellamente a la inversa, comenzando en 1988 y finalizando en 1788. En cada una de las veintiuna épocas contadas un niño nos relata por qué quiere su hogar, a qué se dedica, qué tiene de bonito y qué le gusta del mundo que le rodea en ese momento. Durante todo el viaje nos acompañan las preciosas ilustraciones de Rawlins, que también realzan la importancia de los niños en el mundo como futuros adultos. La visión infantil de la historia es un prisma más que atractivo para reconstruir la vida de un país, y gracias a ello “Mi hogar” es un libro tan celebrado en Australia.
Las historias ambientadas en el Lejano Oeste no son territorio exclusivo de los escritores norteamericanos. Y, si encima van dirigidas a niños, menos todavía. En “La caravana de los niños”, la holandesa An Rutgers van der Loeff nos narra el periplo de los hermanos Sager desde la costa del Pacífico de Estados Unidos hasta Oregón. Corría 1884 y la aventura de los hermanos tiene su causa en los deseos de su padre. Como podemos imaginar, se trata de un relato donde las emociones y la tensión están presentes en todo momento. El instinto de supervivencia, las crudezas del ambiente y los marcados roles de cada uno de los hermanos convierten a esta novela en toda una delicia. Su objetivo es asentarse en un valle, sueño del fallecido padre de los Sager. En su camino se cruzan con indios nativos, y el hermano mayor, John, debe cargar con la responsabilidad de finalizar la aventura con todos sus hermanos sanos y salvos. Se trata de una de esas historias que engancharán a los jóvenes lectores y le harán valorar las facilidades actuales frente a las desgracias de épocas pasadas.